La invasión de las cotorras
Este simpático pajarillo que tengo en mis manos es una cotorra de pecho gris (Myopsitta monachus), ave que ha sido importada de forma masiva desde Bolivia y el sur de Brasil, y si la situación no cambia nuestro país podría en breve dedicarse a la exportación de estas aves. Estas bonitas aves verdosas, una vez instaladas en la casa del comprador, no paran de gritar y revolucionar al vecindario con su monótono canto, por lo que los consumidores de estos animales de compañía, sin escrúpulos y de forma irresponsable les abren la puerta de la jaula y les conceden la condicional, violando con su actitud la ley 4/89. Desde ese momento estas aves cambian su vida del trópico por la de nuestras ciudades congregándose en grandes colonias.
Una vez liberadas su adaptación al medio urbano es asombroso, aquí en Madrid, soportan heladas por debajo de los – 5 º C y se han convertido en una especie totalmente asilvestrada.
Sus viviendas no pasan desapercibidas, y es que no se cansan de aportar ramas en sus nidos colectivos que pueden llegar a pesar más de 400 Kg. Los árboles de nuestro arboreto están padeciendo la sobrecarga descontrolada de estas aves y ya hemos sufrido el desprendimiento de algún nido en zonas muy transitadas. Este pasado año empezaron a instalarse en uno de nuestros mejores pinsapos (Abies pinsapo), esperemos que resista el peso.
En Argentina, estas cotorras son consideradas como una de las mayores plagas selvícolas y de cultivos. Aquí en el INIA los daños se extienden más allá del desprendimiento de ramas y partes del nido. Mutilan nuestra colección de jóvenes ejemplares de olmos ibéricos (Ulmus minor) resistentes a la grafiosis, conservados en el Centro de Mejora Genética Forestal de Puerta de Hierro y que constituyen una puerta a la esperanza de recuperación de la especie, además de romper las guías de crecimiento de los ejemplares de chopo altamente productivos, conservados en nuestro populetum para proyectos de biomasa
Su fecundidad es extrema, yo he llegado a observar en algunos años al menos dos puestas anuales entre 3 y 5 pollos. A esta fecundidad debemos añadir la ausencia en las ciudades de depredadoras naturales, únicamente algunas urracas pueden llegar a depredar sobre pollos caídos del nido y volanderos débiles, eso si, exponiéndose a los enfrentamientos de la colonia.
Recuerdo cuando llegue al Departamento de Selvicultura del CIFOR en 1998, lo curioso que me resultaba observar algún ejemplar de estos psitácidos, hoy en día, la presencia masiva de estas aves forasteras llega a preocuparme, y en algunos lugares ya han emprendido acciones para reducir su expansión.
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